¿Fracasó el Bicentenario del 19A?
El manejo de los festejos no ha sido diferente al manejo de los servicios de agua y electricidad: la improvisación, el derroche y el mal gusto (kistch) formaron el “cóctel mortal”, sazonado por la réplicas de la descomposición de las instituciones que, en los hechos más cotidianos asoma sus fauces, queriendo tragarse, no sólo este bonche sectario, sino a la Nación entera.
Por otra parte, las interpretaciones más inverosímiles y discordantes, de parte de la “inteligentsia Psuvista”, restaban seguidores, en lugar de sumarlos, al “condumio histórico” (banquete de patria), pues, entre el “gordo” Lara y el no menos grasiento Carlos Escarrá, deambulaban entre “un golpe de estado técnico” y “Chávez un Bolívar redivivo”, como intérpretes de los hechos de Abril de 1810 sin solución de continuidad a los hechos de Abril 2010, intentando tragarse, para aumentar su gordura, la conciencia histórica del país.
Luego, la improvisación y el apuro, que obligan a realizar “prácticas de paracaidismo”, en una zona “urbanísticamente anárquica”, apenas a 24 o 48 horas del acto, en medio de un temporal climático. Esa muerte no se justifica, digo, la del paracaidista.
Pero los grandes titulares, que robarían centimetraje en las primeras planas de los periódicos del 19 de Abril de 2010, todavía estaban por llegar, reduciendo, todo esfuerzo del déspota, por “vender una patria unida a su alrededor”, aunque fuese sólo de ficción y por 24 horas.
El “chalequeo” del bonche, curiosamente, igual que en el caso de Escarrá y el “gordo” Lara, provendría de otro de sus seguidores, aunque mañana salga, diciendo y maldiciendo que el fracaso se debió a la oligarquía y a la fétida oposición escuálida “patapodría”.
“El Inca” le quitó todos los titulares del día domingo y los del lunes también. La maldición se había cumplido, a la gran “celebración bicentenaría” le había caído la “Ley de Murphy”: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”; o, “Todo lo que empieza mal, acaba peor”.
Y es que, en una celebración como ésta, no se puede ignorar a los historiadores, no se puede pretender cambiar la versión de los hechos ocurridos y no se puede ocultar el estado de la nación “bajo la alfombra, para que los invitados no los vean”.
Por eso, se perdió una oportunidad que sólo podrán volver a tener nuestros tataranietos, en la celebración del “tricentenario”, cuando, esperamos, ni Fidel, ni Raúl, ni el Déspota estén presentes ni homenajeados con “bustos en recordatorio a su malhadado paso por la tierra de Bolívar”.