En estos doce años de tragedia chavista, han querido zaherir a todo aquello que no corresponda al mundo de los cuarteles; sus epopeyas son promocionadas como la única fuente histórica que tenemos los venezolanos como ejemplo. Para el régimen no existe la obra inmortal de Juan Germán Roscio, quien no empuñó la espada en el campo de batalla, sin embargo, su pluma certera hizo que fermentara la conciencia republicana. Roscio junto con otros ciudadanos irrumpen el 19 de abril de 1810, para desconocer la autoridad del capitán general don Vicente de Emparan. Es uno de los redactores de documentos fundamentales de la independencia: El acta del 5 de julio de 1811 y el manifiesto que hace al mundo la confederación de Venezuela. En este documento muestra el talento sobresaliente del hombre civil con la capacidad para describir los hechos, sin la necesidad de llenar el papel con la sangre de la espada. Igual ocurre con la lumínica actividad de José María Vargas, un cirineo que pudo reponerse de trampas y triquiñuelas para llevar un pensamiento moralizador ajeno de la reyerta bandolera. Ni hablar de la titánica labor de Pastor Oropeza quien fue un adalid en la lucha por la salubridad en el país; recorrió centenares de caseríos luchando contra el paludismo y otros males endémicos. Combinó su labor investigativa con su participación en programas que hicieron que Venezuela lograra salir de males que hoy vuelven debido a la incapacidad de esta administración mediocre. Y así como estos, miles de hombres y mujeres provenientes del mundo civil se constituyeron en constructores de patria. Al igual que muchísimos militares que han contribuido decididamente con el desarrollo nacional. Es lamentable entonces, que el régimen trate de construir un muro que los separe de manera irremisible. Que haga odiosa la preferencia de uno por encima del mayoritario otro.
El miedo de Hugo Chávez le hace aumentarles el sueldo a los militares. Algo debe andar moviéndose en las guarniciones para que actúe con tan marcada preferencia. Mientras diversos sectores de la vida nacional sienten como el proceso revolucionario los relega hasta convertirlos en burla. Ellos viven en la esplendidez de ser los protegidos de la corona, los amos del reino en donde protagonizan la historia de una nación a la que quieren gobernar con sus aires prepotentes. Los titanes de uniforme que confunden el amor a la patria con la entrega sin condiciones a los intereses de un partido político lleno de malandrines como el PSUV. Una actitud que se muestra sumisa frente a sus pares cubanos, aquellos que son los verdaderos dueños de su voluntad.
No hay dinero para los trabajadores, tampoco recursos para la cesta tickets de jubilados y pensionados de la administración pública. Lo que sí existe es premios a granel para amarrar al componente castrense. Tenerlos felices para asomarlos como amenaza o evitar cualquier escaramuza de cabezas calientes que manifiesten su disconformidad con el repugnante desvío de estas fuerzas hacía el socialismo que manejan desde Cuba. Lo cierto del caso es que ni siquiera los héroes de la patria estaban por encima de Dios y las leyes de la República.
La Constitución Nacional los manda a guardar lealtad no al presidente en su desvarío; deben ser fieles a la nación. Su acción tiene que estar supeditada a las leyes de la patria. Los venezolanos debemos evitar que se siga ensanchando la brecha entre ambos sectores. Afortunadamente en el año 2012 la historia volverá a colocar a cada quien en su lugar. Algunos militares dejarán de ser dirigentes político partidista. Volverán a los cuarteles a servir con rectitud a la patria.
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