¡Y llegó con todo!. Llegó hace meses, con mucha anticipación, con desenfreno, con fuerza, como las epidemias que ahora asolan a este no-país en el que vivimos. El Realismo Mágico se impone, y las cejas de Julio Borges, que ya no convencen a nadie, sueñan con posarse suavemente sobre una de las sillas del Hemiciclo. María Corina Machado se lanzó con todo, en un acto poco comentado (injustamente, creo yo) a las puertas del Palacio Legislativo, que en honor a la verdad, y a pesar del respeto que ella me merece, más parecía la arenga de un pastor evangélico que el discurso de un político de oficio, o de un ciudadano con buenas intenciones. Carlos Vecchio anda también ‘’pre-lanzado’’, Alfredo Romero quiere pero no quiere, y los ex niños del Movimiento Estudiantil hacen gala de sus nuevas barrigas politiqueras inversamente proporcionales a su compromiso con el país y con un pueblo que lo único que ansía es salir del abismo, en pro de un etéreo ‘’legislar’’ para ‘’promover leyes que beneficien a la gente’’, apegados a un quehacer político anticuado y para nada adecuado a las emergencias que apremian a la Patria. El pescueceo es de tal magnitud que por Twitter sorprende el ataque entre unos y otros, de ‘’oposición’’, al punto que hasta citas a ese célebre orador llamado Mario Silva son usadas para descalificar a personajes como Julio César Rivas, que mientras más es atacado en lo personal, más simpatías me despierta, no por creerlo preparado para tamaño encargo, sino por considerarlo, al menos, honesto y bien intencionado, y luchador tenaz. Salas Römer ha reaparecido con unos añitos más pero con la mente clara y la sapiencia de un zorro viejo, dándole un espaldarazo a la joven promesa: ¡y después dicen que no ‘’jala’’ gente el joven Rivas!.
Los candidatos se reproducen como conejos, pero no así las propuestas claras y concisas que la gente quiere, y no aparecen por ninguna parte las exigencias (por demás justas y necesarias) al CNE y al Gobierno, de imparcialidad y condiciones mínimas para las venideras elecciones. Es una lluvia de frases hechas, vacías, sin sentido, casi hipnóticas, ‘’vayan a votar’’, ‘’hay que votar’’, que están a la orden del día, y como autómatas hay algunos que las siguen, con la esperanza de dormir la madrugada del 27S sabiendo que, al menos, lo intentaron, aunque fuera a sabiendas de que su voto sería robado. Para colmo de males, la ‘’prohibición’’ de postularse a los Presos Políticos, nueva desesperanza para sus familiares pero respirito para la Dirigencia de los ‘’Partidos de Oposición’’ que tanto intentaron hasta hoy escurrirle el bulto a los verdaderos héroes de éstos 11 años, esos que tanto Pueblo arrastran.
El tema de las primarias le da el toque de sarpullido a esta Fiebre infame, y pone en riesgo la salivosa apetencia de tantos y tantos dirigentes conocidos y anónimos que aspiran ocupar las sillitas de la Asamblea Nacional, obviando la avasallante realidad que trunca de hecho dichas aspiraciones, porque sin una estructura de Poderes independientes, así logren el milagro de sacar los votos y que les sean adjudicados en buena lid, corren el riesgo de ser reyes sin tronos como Don Antonio Ledezma, que de Amo del Valle de Caracas no ostenta sino el título, y no ha contado con líderes canalizadores del descontento popular que guíen a las masas a manifestar su descontento.
Lo que termina de convertir en bufonada cruel esta epidemia es que no ha habido un solo candidato, ninguno, que hable con claridad del objetivo que debería tener una mayoría opositora en la Asamblea Nacional, que no sería otro que el de retomar la senda democrática en el país, y darle un ‘’parao’’ a la máquina avasallante, henchida de absolutismo puro y simple, en que se ha constituido el Poder Ejecutivo: evidente Monarquía que pasa por sobre todo y todos. Si no sería para eso la mayoría en la AN, ¿para qué entonces?.
Lo único cierto bajo este Sol tropical implacable es que la Fiebre pica y se extiende más rápido que la Malaria o el Dengue, y entre propaganda electoral parece nos iremos diluyendo en los próximos meses, porque esos curules como que poseen una divina ergonomía que despierta las más bajas ambiciones.
José Arcadio Hernández
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